Hace ya siete años que murió Quintín Cabrera, y hoy, revisando algunos textos, me he encontrado con la quintina (variante ad hoc de la sextina) que le dediqué en su día a mi queridísimo amigo y camarada.
QUINTINA
A Quintín Cabrera.
In memoriam. In amorem. In bellum.
Te
has marchado, sin irte, con la tarde,
igual
que una canción que alguien nos canta
al
oído del alma y que el silencio
ya
no puede borrar del aire herido:
te
has marchado, Quintín, como la rosa.
Has
dejado la espina de la rosa
que
era tu corazón grande y herido,
clavada
en otro corazón que canta
mientras
se vuelve oscuridad la tarde
que
ha vestido de luto tu silencio.
Qué
estruendoso, Quintín, este silencio
que
resuena en el túnel de la tarde
por
el que avanza tu cortejo herido
por
la espina infinita de una rosa
que
ya no cantará, que ya no canta.
¿Que
ya no canta he dicho? Sí que canta
tu
rosa roja, nuestra roja rosa,
y
aunque arrecie la noche, aún no es tarde
para
sembrar la orilla del silencio
con
las pavesas de tu canto herido.
Nunca
vencido y mil veces herido,
descanse
en el regazo del silencio
el
defensor del pan y de la rosa,
cantor
que lucha y luchador que canta;
descanse
en paz en brazos de la tarde.
En
brazos de la tarde que le canta
su
nana de silencio al malherido
corazón
de la rosa.
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