O por qué los robots hablan mejor que andan, pinchando aquí.
viernes, 30 de diciembre de 2016
sábado, 24 de diciembre de 2016
viernes, 16 de diciembre de 2016
sábado, 10 de diciembre de 2016
miércoles, 7 de diciembre de 2016
lunes, 5 de diciembre de 2016
domingo, 4 de diciembre de 2016
jueves, 1 de diciembre de 2016
martes, 29 de noviembre de 2016
sábado, 19 de noviembre de 2016
lunes, 14 de noviembre de 2016
sábado, 12 de noviembre de 2016
El cerebro de Boltzmann
¿Tienes la certeza de ser quien crees ser y de vivir en un cosmos ordenado? Pincha aquí si te atreves y verás...
Por cierto, a ver si os animáis a dejar algún comentario o a formular alguna pregunta (no aquí, sino en "El juego de la ciencia").
Por cierto, a ver si os animáis a dejar algún comentario o a formular alguna pregunta (no aquí, sino en "El juego de la ciencia").
miércoles, 9 de noviembre de 2016
sábado, 5 de noviembre de 2016
viernes, 4 de noviembre de 2016
domingo, 30 de octubre de 2016
miércoles, 26 de octubre de 2016
viernes, 14 de octubre de 2016
sábado, 8 de octubre de 2016
lunes, 3 de octubre de 2016
Los límites de la imaginación
¿Puede matarte una pesadilla? Averígualo, si te atreves, pinchando aquí.
viernes, 23 de septiembre de 2016
martes, 20 de septiembre de 2016
viernes, 9 de septiembre de 2016
El lento Aquiles y la veloz tortuga
¿Alcanzará Aquiles a la tortuga a pesar de su problemilla en el talón? Podéis averiguarlo pinchando aquí.
miércoles, 7 de septiembre de 2016
lunes, 5 de septiembre de 2016
sábado, 3 de septiembre de 2016
sábado, 27 de agosto de 2016
Las paradojas de Eubúlides
Más conocido como Montónides, pinchando aquí.
El de la imagen es Filetas de Cos, que, obsesionado con las paradojas, se olvidó de comer y de dormir. Espero que no te pase lo mismo.
El de la imagen es Filetas de Cos, que, obsesionado con las paradojas, se olvidó de comer y de dormir. Espero que no te pase lo mismo.
viernes, 19 de agosto de 2016
miércoles, 17 de agosto de 2016
viernes, 12 de agosto de 2016
viernes, 5 de agosto de 2016
miércoles, 3 de agosto de 2016
domingo, 31 de julio de 2016
viernes, 29 de julio de 2016
viernes, 22 de julio de 2016
domingo, 17 de julio de 2016
viernes, 15 de julio de 2016
viernes, 8 de julio de 2016
lunes, 4 de julio de 2016
El cuervo
Mi versión de El cuervo, de Edgar Allan Poe. Por supuesto, podéis disponer de ella libremente. Recitar en voz alta unas cuantas estrofas en las noches de insomnio suele ayudar a conciliar el sueño. Felices pesadillas...
Una vez, a medianoche, mientras cavilaba exhausto
sobre
algún raro volumen de antigua sabiduría,
vencido
ya por el sueño, oí de repente un ruido,
como
si alguien suavemente diera golpes en mi puerta.
“Algún
visitante -dije- que está llamando a mi puerta.
Solo
es eso, y nada más”.
Ah,
recuerdo claramente aquel diciembre sombrío.
Los
rescoldos dibujaban en el suelo sus reflejos,
y
yo anhelaba la aurora, pues en vano había buscado
en
los libros el olvido de la perdida Leonor,
la
doncella que los ángeles llaman por siempre Leonor,
solo
ellos, nadie más.
Y
un sedoso, triste, incierto rumor de rojas cortinas
me
llenó de mil terrores como nunca antes sintiera,
tales
que para calmar mi corazón me alcé y dije:
“Es sin duda un visitante que en mi casa pide entrar,
“Es sin duda un visitante que en mi casa pide entrar,
un
tardío visitante que en mi casa pide entrar.
Solo
es eso, y nada más”.
Mi
alma entonces se templó, y ya sin titubear,
“Señor
-exclamé- o señora, os ruego me perdonéis;
pero
me ha vencido el sueño, y tan quedo habéis llamado,
tan
suave, tan suavemente habéis llamado a mi puerta,
que
no sabía si había oído bien”. Y abrí la puerta.
Noche
fuera, y nada más.
Escruté
la oscuridad con temor y con asombro,
dudando,
soñando sueños que antes nadie osó soñar.
El
silencio no fue roto, nada perturbó la calma;
la
única palabra dicha fue la palabra “Leonor”,
que
yo susurré, y el eco me la devolvió: “Leonor”.
Tan
solo eso, y nada más.
De
nuevo en mis aposentos, y con el alma inflamada,
volví
a oír unos golpes, y eran más fuertes que antes.
“Seguramente
-me dije- algo golpea mi ventana:
veré,
pues, de qué se trata, aclararé este misterio…
Calmaré
mi corazón y aclararé este misterio…
Es
el viento, y nada más”.
Abrí
y entonces, de pronto, con vivaz revoloteo,
irrumpió
un cuervo solemne, ave de tiempos antiguos.
No
mostró temor alguno ni vaciló un solo instante:
con
aires de gran señor se posó sobre mi puerta;
sobre
un busto de Atenea, justo encima de mi puerta,
fue
a posarse, y nada más.
El
ave de ébano indujo a sonreír a mi alma triste
debido
al grave y austero decoro de su figura.
“Ni
con la cresta arrancada -le dije- te arredrarías,
espectral,
torvo y antiguo cuervo que vaga en la noche.
¿Cuál
es tu nombre en la orilla plutónica de la noche?”.
Dijo
el cuervo: “Nunca más”.
Me
sorprendió el ave necia al oírla hablar tan claro,
aunque
nada me dijera su respuesta irrelevante,
pues
no cabe duda alguna de que ningún ser humano
pudo
nunca ver un pájaro posado sobre su puerta,
un
ave o bestia en un busto, justo encima de su puerta,
con
tal nombre: “Nunca más”.
Pero
el cuervo, allí posado sobre el busto, solo dijo
dos
palabras, cual si en ellas toda su alma condensara.
Nada
más el cuervo dijo, no movió una sola pluma.
Hasta
que yo susurré: “Otros amigos volaron.
Por
la mañana él se irá, como mis sueños volaron”.
Dijo
entonces: “Nunca más”.
Al
ver el silencio roto por tan certera respuesta,
pensé:
“Sin duda repite las palabras que aprendió
de
un amo desventurado cuyas crueles desgracias
redujeron
sus canciones a ese único estribillo,
un
canto sin esperanza cuyo único estribillo
es:
“Nunca más, nunca más”.
Como
el cuervo aún convertía mis quimeras en sonrisas,
arrastré
un mullido asiento frente al pájaro y la puerta;
y
entonces, allí sentado, pensativo fui enlazando
una
quimera con otra sobre aquella ave ancestral,
coligiendo
qué decía la ominosa ave ancestral
al
repetir: “Nunca más”.
En
eso pensaba yo, aunque sin decirle nada
al
pájaro cuyos ojos ardían dentro de mi pecho;
en
eso y más yo pensaba, y sostenía mi cabeza
un
cojín de terciopelo que el candil hacía brillar,
un
suave cojín purpúreo que el candil hacía brillar
y
que ella no usaría más.
El
aire se hizo más denso: un invisible incensario
agitaban
serafines de paso tintineante.
“Desventurado
-exclamé-, Dios te envía con sus ángeles
un
bálsamo, un elixir para olvidar a Leonor.
Bebe
este dulce elixir para olvidar a Leonor”.
Dijo
el cuervo: “Nunca más”.
“Profeta
-dije-, maligno, ya seas pájaro o demonio,
si
el Tentador te ha enviado o te arrojó la tormenta,
impávido
y desabrido, a este paraje desierto,
a
esta mansión encantada por el horror, yo te imploro
que
me digas si hay un bálsamo en Galaad, ¡yo te imploro!.
Dijo
el cuervo: “Nunca más”.
“Profeta
-dije-, maligno, ya seas pájaro o demonio,
por
el cielo que nos cubre, por el Dios al que adoramos,
dile
a esta alma consumida si en algún lejano Edén
verá
un día a la doncella que llaman Leonor los ángeles,
a
la radiante doncella que llaman Leonor los ángeles”.
Dijo
el cuervo: “Nunca más”.
“Con
esas palabras vete, demonio o pájaro -dije-.
Regresa
a la tempestad y a la plutónica orilla.
Y
no dejes ni una pluma por testigo de tu engaño.
No
rompas mi soledad y márchate de mi puerta.
De
mi corazón el pico quita y vete de mi puerta.
Dijo
el cuervo: “Nunca más”.
Y
el cuervo ya no alza el vuelo, todavía está posado
en
el busto de Atenea que hay encima de mi puerta;
y
sus ojos se me antojan los de un diablo soñador;
y
la lámpara proyecta su negra sombra en el suelo;
y
mi alma de esa sombra que yace negra en el suelo
no
se alzará… ¡nunca más!
viernes, 1 de julio de 2016
miércoles, 29 de junio de 2016
El trovador en Sant Pol
En el Club de Novela Histórica de Sant Pol de Mar están leyendo El trovador oscuro. Más información pinchando aquí.
domingo, 26 de junio de 2016
sábado, 25 de junio de 2016
viernes, 24 de junio de 2016
miércoles, 22 de junio de 2016
Quintina
Hace ya siete años que murió Quintín Cabrera, y hoy, revisando algunos textos, me he encontrado con la quintina (variante ad hoc de la sextina) que le dediqué en su día a mi queridísimo amigo y camarada.
QUINTINA
A Quintín Cabrera.
In memoriam. In amorem. In bellum.
Te
has marchado, sin irte, con la tarde,
igual
que una canción que alguien nos canta
al
oído del alma y que el silencio
ya
no puede borrar del aire herido:
te
has marchado, Quintín, como la rosa.
Has
dejado la espina de la rosa
que
era tu corazón grande y herido,
clavada
en otro corazón que canta
mientras
se vuelve oscuridad la tarde
que
ha vestido de luto tu silencio.
Qué
estruendoso, Quintín, este silencio
que
resuena en el túnel de la tarde
por
el que avanza tu cortejo herido
por
la espina infinita de una rosa
que
ya no cantará, que ya no canta.
¿Que
ya no canta he dicho? Sí que canta
tu
rosa roja, nuestra roja rosa,
y
aunque arrecie la noche, aún no es tarde
para
sembrar la orilla del silencio
con
las pavesas de tu canto herido.
Nunca
vencido y mil veces herido,
descanse
en el regazo del silencio
el
defensor del pan y de la rosa,
cantor
que lucha y luchador que canta;
descanse
en paz en brazos de la tarde.
En
brazos de la tarde que le canta
su
nana de silencio al malherido
corazón
de la rosa.
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